Las gaviotas son tan grandes que al pasar por el balcón me derribaron una maceta. Impasibles continuaron en manada con sus gritos, buscando víctimas o sexo o una ola de viento.
Volver a la rutina es una frase bien rara, cuando en verdad no sabes lo que el día te traerá.
A mí me trajo caramelos de coca. El sabor es extraño, jengibre con jalea real y una pizca de regaliz. Pero despiertan. Y buena falta me hacía despertar esta mañana. Si ya es tradición que del domingo al lunes pase la noche en blanco, la noche pasada, la de la rentrée, la he pasado en el lavabo. Por algún motivo me tranquilizaba pensar en Candice y sus historias de entreno de voleibol. Y en Fran y sus historias de actrices de telecomedia
Al margen de los problemillas vigentes que tendré que resolver y que no se han resuelto solos en mi ausencia, como deseé, da mucha alegría cuando algunos de los grandes asuntos, estancados, delicados y peligrosos, se resuelven para la gente cercana.
Mañana estaremos todas en la oficina.
Será la locura.
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