De todos modos, me encanta estar con mis amigas, me hacen sentir real. Y también mi hermano y mi ex. Y mi chico, que dedica tanto a todo y aún siempre tiene toda la energía para mí, para demostrarme que el amor no conoce cansancio. Imperator, que ya debía sustituir a algo, es ahora Duvet, con letrero televisivo. De sus grandes y sofisticadas puertas emergen mujeres bordando la libertad de trabajos y maridos, vestidas como las mujeres sin gusto a sus dieciséis. ¡Modas! Sólo sirven para perpetuar bodrios. Qué obviedad, podéis objetar. Pasa en la radio, en la televisión, en los bares. En la música, en la literatura, en el cine. Supongo que por lo regular soy capaz de crear una lente a través de la cual sólo ver la belleza pura, que por supuesto, y sin pudor lo digo, aunque suene fascista, es la que yo percibo. Pero se hace mucho más difícil la noche en la que a Atlas se le cayó el mundo de las manos. Más que nada porque mañana esperamos respuesta de vida y las horas se desmoronan.
Tuesday, May 22, 2007
Atlas
El mundo se cayó de los brazos de Atlas a las 23.23 de un domingo equidistante entre Plaça Catalunya y la Estatua de Colón. ¿Una señal? ¿Por qué no? Se hizo el silencio entre los transeúntes y Atlas encogió los hombros. Dijo: “Es la primera vez que me pasa”. Tres mujeres Odriugepburnmente elegantes paseaban Rambla abajo con un carricoche (¿carricoche? Qué palabra más antigua) en el que dormía un bebé. Bastante distinto de la escena en las calles más oscuras, a pesar de la limpieza clasista, en las que los niños en los carricoches tenían luces largas por ojos y los pre-pubertureños decían algo así como: “mamá, te lías ya un porro o qué”, si es que no he entendido mal.
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algún día le tenía que pasar a atlas que se le cayera el mundo, era de esperar, tanto peso tanto tiempo era excesivo...
ReplyDeletepaula
a pesar de todo, aquí seguimos... Fíjate, a veces nos asustamos para nada. Besos.
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