Tuesday, February 26, 2008
Aimsire
Monday, February 25, 2008
La puerta maldita
Sin embargo, puedo hablar de las sonrisas; de los hombres que se besan al salir de la mezquita, de las carcajadas de los niños, tan sonoras, tan contagiosas, y de lo felices que parecen, sin caprichos, sin rabietas, libres. Podría haberme quedado horas acuclillada en una esquina viendo a la gente pasar: una manifestación de profesoras y profesores cuyo canto era limpio y bello, un chaval con una guitarra rota al hombro en cuyo lomo había pintado “Metallica”, una muchacha de cabellos largos y sueltos de danzante caminar al ritmo de sus auriculares. Muchachos y muchachas experimentando una salida de la escuela de lo más occidental a las cinco de la tarde (sin enseñar tangas ni calzoncillos, que siempre es de agradecer)… Aunque a pocos metros circularan mujeres que sólo mostraran ojos, que miraban al suelo.
En una puerta misteriosa de la ciudad antigua, una pareja de adolescentes se dan un beso prohibido mientras una vieja les echa un mal de ojo.
El regateo nos espera en el zoco durante el par de horas que nos quedan libres. Las carnes asadas, el pescado frito, los dulces de almendra.
Hay que empujarse porque así es como se camina. Y las chicas van abrazadas y los hombres de la mano.
En el viaje en tren de Rabat a Casablanca, una mujer moderna y guapa se quita el maquillaje ante nuestros ojos, cambia sus tacones por unas babuchas y se echa encima una chilaba. Se apea en la siguiente estación, un pequeño pueblo como otros, de chabolas sin puertas y parabólicas en los techos rotos, donde los niños juegan en las vías del tren a cazar mariposas y algunos muchachos descargan de los burros a los descampados montones de basura.
Antes de ir, leí de una gran represión a estudiantes, que quedaron gravemente heridos. Ya veis, en África como aquí. Robando palabras de System of a Down: “pushing little children, with their fully automatics, they like to push the weak around”.
Tuvimos la amarga experiencia de tropezar con un grupo de españoles borrachos, viejos y patéticos (y allí no se bebe alcohol), que consecuentemente nos avergonzó.
La foto del rey y la bandera roja con la estrella, por doquier: qué hay de nuevo, viejo.
Me quedo con los ojos heredados de berberes, donde nace la luz.
Wednesday, February 20, 2008
Wada'an
El mundo sin abuelas sería un desastre
En la planta baja de nuestro edificio hace semanas que algo se trama. Siempre están con la puerta cerrada, así que no sabemos exactamente qué. Las obras son bestiales, eso es evidente, porque cuando taladran, tiemblan las paredes maestras y la taza del váter baila. Sin embargo, como nosotros trabajamos todo el día y sólo nos cagamos en todo durante un buen rato algún sábado por la mañana, no decimos nada. En parte también por precaución, porque si la historia es ilegal estamos justo encima e igual les da por quemarnos el nido.
Las vecinas abuelitas, en cambio, después de tres días sin luz en la escalera y tras haber perdido algún jarrón querido a las vibraciones, llamaron por fin al presidente de la comunidad que inició los contactos oportunos para que los bárbaros en nuestras catacumbas vayan con cuidado.
Pues eso, lo dicho, superabuelas al poder…
Wednesday, February 13, 2008
Jazz is dead
Soy libre, reconozco, estoy salvada. Y lo incierto sólo añade placer.
Me alegro de haber nacido.
Monday, February 11, 2008
Rajoy
Lo triste es ver el final y que no haya llegado todavía.
Cervezas y cigarrillos acompañan las risas compasivas de domingo. Las abejas rodean músicos bañados en la última miel del día. No woman no cry, una vez más.
En los bares, más fútbol… Y floto con la pregunta en las manos y un dolor en la mandíbula. El presente no existía, el tiempo es sólo un sueño. Los tambores buscan la luz primera de la mañana y un poco más de agua. El peso de la historia a mis espaldas me obliga a tragarme las lágrimas.
Quieta, asustada, espero en un rincón el futuro, el único tiempo que fue real, que será real, a pesar de que esté más lejos hoy y cada vez sea más pequeño.
Esos ojos de amatista me gritan desde África, a mí, que la ley no me permitiría salvar una vida con mi magnífica cocina. La impotencia es mi energía que se echa a perder.
No nací para luchar por causas, pero podrían dejarme ser madre: alimentar, amar.
Wednesday, February 06, 2008
Solidaridad
Saturday, February 02, 2008
Cronos
Ewa vestía unos jeans anchos, un jersey rojo y un abrigo gris. Calzaba zapatos de tacón, demasiado apretados para los calcetines de lana que asomaban arrugados por los empeines. Cubriendo sus cabellos grises de pasado pelirrojo, una gorra verde de algún chino. Sus ojos cetrinos eran hermosos y vivos y brillaban aún lo suficiente como para deslucir su enorme nariz y sus desmesuradas orejas.
Podría ser yo de vieja, pensé, y los aros dorados en sus lóbulos centellearon. Podría ser yo… E inmediatamente sentí lástima por ella a través de la compasión que me inspiraba mi yo futuro.
Mientras me perdía en la estúpida y frívola noción de abrir una cuenta de ahorros de inmediato con el fin de, algún día, si necesario, aplicarme cirugía estética y no ser una vieja fea, aunque debería preocuparme más poder pagar un techo y alguien que cuide de mí, Ewa se giró y comenzó a contarle, en polaco, creo, a la chica que tenía al lado —a todas luces, una desconocida— una historia.
Ewa gesticulaba dulcemente y pronto una anécdota resultó ser muy graciosa, comenzó a reír a carcajadas y le entró un ataque de risa, seguido de un ataque de tos y muchas lágrimas.
La desconocida la miraba sin saber cómo reaccionar. De vergüenza, no se atrevía a mirarnos al resto. Abrió el bolso, sacó un libro y se puso a leer. Ewa, a su vez, extrajo un pañuelo del abrigo, se sonó los mocos y se limpió las lágrimas. Ya recuperada y aún con una sonrisa se dirigió de nuevo a su interlocutora y pareció comprender. Borró la sonrisa de su rostro, se miró las manos, se enderezó la gorra y me miró, aunque no estoy muy segura, quizás miraba el esqueleto ahumado de su miseria en el cristal tras de mí. Luego bajó los ojos y pareció apagarse.
La gran mayoría bajamos en Verdaguer, incluida su interlocutora desconocida. Ewa continuó sentada. Cuando ya subía las escaleras, me giré y la vi al final del andén, pintándose los labios en una esquina de un panel de anuncios. Casi doy la vuelta para pasar un rato con ella. Casi…