… o por lo menos la escalera, la calle, el barrio. En el barrio donde crecí, por ejemplo, mi abuela es una figura bien conocida y temida, por niños, padres y especialmente por los empleados del ayuntamiento, ya estén conduciendo el camión de recogida de muebles viejos como atendiendo al teléfono. ¿Motivo? En este país las cosas se hacen con el culo. Y si no, que se lo digan a los ciudadanos comunitarios que no pueden obtener NIE porque con la nueva ley ni se necesita ni se expide y sin embargo las autoridades lo reclaman para cualquier absurdo trámite. O a este vendedor de coches que se ha quedado sin carnet porque le robaron un vehículo, el ladrón violó el límite de velocidad y ahora no puede recurrir pues el aviso le llegó a un domicilio equivocado y, por tanto, ya está fuera de plazo. Y qué decir de estos habitantes del barrio gótico cuyo hogar “Hoteles Catalonia” ha comenzado a demoler antes de desalojarlos. En la planta baja de nuestro edificio hace semanas que algo se trama. Siempre están con la puerta cerrada, así que no sabemos exactamente qué. Las obras son bestiales, eso es evidente, porque cuando taladran, tiemblan las paredes maestras y la taza del váter baila. Sin embargo, como nosotros trabajamos todo el día y sólo nos cagamos en todo durante un buen rato algún sábado por la mañana, no decimos nada. En parte también por precaución, porque si la historia es ilegal estamos justo encima e igual les da por quemarnos el nido.
Las vecinas abuelitas, en cambio, después de tres días sin luz en la escalera y tras haber perdido algún jarrón querido a las vibraciones, llamaron por fin al presidente de la comunidad que inició los contactos oportunos para que los bárbaros en nuestras catacumbas vayan con cuidado.
Pues eso, lo dicho, superabuelas al poder…
Muy cierto, no se que haríamos sin ellas, yo ya no tengo a ninguna de las dos y aún las echo tanto de menos como si sólo hiciera una semana que me faltaran, y por desgracia ya hace demasiados años que me faltan.
ReplyDeleteUn saludo