Con el título “¿Cómo
matar a un lémur?” publicaba en enero de 2012 el siguiente escrito
en la Hoja Informativa de Can Sant Joan. Me lo recordó la entrada de
ayer de Gregorio Luri que a su vez es la publicación de un escrito
de Ignacio Ruiz Quintano titulado “Chiflados” que me provoca gran
desazón.
*
Prejuicio sarcástico
al azar: quienes viven del cuento desde el paro, sin prisa por buscar
otro trabajo o, por decir, aprender inglés (que es lo básico), o
aprender lo que sea, o prepararse unas oposiciones abiertas a todos
los ciudadanos, odian a los funcionarios.
Pero alguien tiene que
extender recetas, ocuparse de los enfermos, limpiar las calles,
inspeccionar los alimentos, legalizar papeles, mantener el orden
público, vehicular la educación y gestionar los procesos de las actividades de la
ciudadanía, de forma legal, en un sistema organizado. Para estas
personas públicas, la vocación y los resultados son la recompensa,
ya que nunca habrá un gran sueldo ni promociones ni seis meses de
subsidio durante los que reconsiderar la orientación profesional o
estudiar cómodamente un módulo de mecánica o robótica.
¿Preferiríamos
agentes de la burocracia al servicio del capital, como en los
monopolios que nos estafan?
En lugar de desterrar o
enterrar en la vergüenza a los inútiles y ladrones que merodean en
lo público sin haber pasado una oposición y que todo el mundo sabe
quienes son, se deshacen de los que trabajan.
En estos tiempos de
lujuria corporativa y de terrorismo financiero, hay que volver al
libro bajo la manta, con una linterna solar. Hay que ahorrar en agua,
luz y gas. Hay que recordar Fukushima, y al monstruo que destruye
nuestra montaña para construir instalaciones que nadie utilizará. Y
a las personas que comparten la calle con nosotros, al movimiento que
empezó hace un año en Sol, debemos recordar nuestros valores.
Las ideas son como el
amor. Hay que creer en ellas.
Porque de algún modo
rocambolesco, Garzón, que pudo tramitar a otros dictadores excepto a
Franco, es el que está siendo acusado, nuestros muertos sin
identificar aún en las fosas, los franquistas en el banquillo de los
acusadores ¡Y en el gobierno! E inutilizadas gran parte de las
pruebas Gürtel, aún con la implicación del yerno del rey. Pero
¿para qué quedarnos ahí, si se puede ser más cochambroso todavía?
: Se muere Fraga y ¡la élite política al pleno le rinde pleitesía!
¡Y los medios de comunicación lo convierten en leyenda! Pero este
hombre ¿no debería ser juzgado por sus crímenes durante la
dictadura? ¡Es para vomitar lepra!
Esta oligarquía de la
que somos vasallos son como lémures, aquellos espíritus de la
muerte, en la mitología romana. Se decía que vagaban por la noche y
que atormentaban y asustaban a los vivos. Nada que ver con el lémur
primate, animal en peligro de extinción.
Para matar a un lémur
he encontrado en la red el método siguiente:
“Para matar a un
lémur fosforescente sólo tienes que golpear muy fuerte al lémur en
su segunda cabeza e inmediatamente invocar a Chuck Norris para que
con sus poderes lo encierre en el pendrive; eso te dejará libre
1GB”.
Enero 2012