En un momento de la celebración, cuando el vino había entornado los lindos ojos de Guillermo y muchos jóvenes desaparecían a jugar por los jardines, un grupo de chicas llegó corriendo, ruborizadas y sin aliento, hasta el rincón de la balconada donde habían logrado esconderse.
Entre gritos de excitación y carcajadas seductoras, consiguieron convencer al “primo” Guillermo de salir al jardín para jugar al escondite. Guillermo sujetó la mano de Ariadna bien fuerte, pero mientras los arrastraban con un entusiasmo arrollador a través del gran salón, Ariadna perdió la mano de Guillermo.
Todo el mundo había marchado. En la sala sólo quedaban algunos abuelos y abuelas, la mayoría dormitando. Ariadna sufrió el espejismo consentido y egoísta de que Guillermo regresaría pronto a por ella. Pero tras un rato de espera, de pie en el umbral de la puerta, la embargó una insubsanable tristeza que quizás acrecentaría de manera injusta si lo veía llegar ahora, sudado y descamisado a causa del juego.
Ariadna imaginó que echaba a correr locamente hacia el bosque donde estaba su casa. Cuando por fin decidió irse, lo hizo lentamente, porque aún tenía esperanza.
lindo cuento, aunque de princesas melancólicas y regresos al origen. pero a lo mejor la corte no es el mundo de ariadna, ariadna se siente mejor en otros laberintos, haya o no minotauros escondidos... ¿nos vemos el finde? un abrazo!
ReplyDeletecomplicado el finde, ¡es el mes de los aries!
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