Dejé en la calle un ordenador que ya no me servía, aunque me había servido mucho. Fue el primero. Había aprovechado de él tanto como había podido. Sólo quedaban sus huesos succionados y secos. Hacía tiempo que estaba muerto y no era más que un cadáver en una habitación que necesita espacio.
A pesar de las razones que me cuente, cuando he escuchado su choque en la furgoneta, he sabido que era él y la noche se ha encogido. Ya sé que los ordenadores no se queman, aún así, quizás debería haber esperado hasta San Juan.
con la de cosas chulas que seguro habías escrito en ese ordenador... ¿por qué quemarlo?
ReplyDeletepaula
no, quemarlo no, pero esperar hasta el solsticio para dejarlo en la calle... Eso sí.
ReplyDeleteSí, deberías haberlo quemado y guardar las cenizas en una vasija de barro al lado del nuevo ordenador.
ReplyDeletey en un arranque de añoranza, esnifarlas
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