Siempre hay un primer día para todo. Es un primer día esperado, ensayado (aunque sólo en mente), revivido con anticipación (¿se puede formular “revivir” con “anticipar”?).
Los primeros días causan excitación, no por el día en sí, que luego llega y decepciona, sino por el tiempo en suspense que viaja hacia ese día y que no es en absoluto presente (presente sería el tiempo en el que no esperamos la llegada de ningún primer día ni recordamos ningún primer día pasado).
En política, los primeros días no suelen significar mucho.
Día uno con Obama.
Los palestinos celebran el “triunfo” de Hamas, habiendo muerto lo que han muerto, herido lo que han herido, perdido lo que han perdido. Jubilosos salen a la calle como si hubieran ganado. Israel ha dado una tregua. Eso nunca ha significado una victoria.
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