Thursday, August 03, 2006

La mujer que no quería ir a dormir

A las siete de la mañana un espejo gigante reflejaba el tesoro de un barco perdido. Con destellos de oro y cobre el sol desgranaba sus lágrimas sobre la Rambla del Raval. Algunos rincones permanecían todavía en la sombra, acunados por la noche que tan rápidamente se despedía.

En un banco, junto a un perro cansado y un libro roto, se sostenía a duras penas un borracho, algo mayor, de cabellos enredados, color de nicotina atrapada. Sentada, una mujer también mayor y ebria, dejaba caer su esqueleto andrajoso y pequeño sobre unas rodillas inertes, algo temblorosas. Sus cabellos grasientos formaban una onda a la altura de las sienes, al estilo de modas antiguas.

— Vamos mujer —dijo él—, vamos a casa, a dormir.

Ella no hizo señal alguna.

— ¿No estás cansada? —prosiguió él con voz ronca y fatigada—. Ya se acabó la noche, ya es la mañana.

El hombre, impaciente tal vez por el mutismo de su compañera, se dio la vuelta e intentó unos pasos sin dirección. El perro elevó un poco las orejas pero mantuvo los ojos cerrados, comprendiendo que la retirada era una falsa alarma.

El hombre caminó de nuevo hacia el banco con torpeza e insistió:

—Mira, ya es la mañana, no queremos estar en la calle cuando llegue la gente del día ¿verdad?

Por toda respuesta, la mujer hundió las manos en sus mugrientos cabellos.

El sol navegaba entre los edificios y atracó con precisión en la cabeza del perro, cuyos párpados se estremecieron. Lanzó un gruñido, quién sabe si de incordio o de satisfacción y hundió el hocico en la sombra del libro roto.

El hombre se sentó junto a la mujer y le tomó una mano. Sus rostros estaban ahora muy juntos y sus cuerpos parecían tan ancianos…

Pasaron una unidad de limpieza, un distribuidor de cerveza, un camión de congelados. Una muchacha hermosa, limpia y fresca, avanzaba rambla arriba al son de la música en sus auriculares. De las calles adyacentes emanaba un ligero hedor a sudor y secreción. Desde el puerto llegó el aullido de un buque. Y de entre los muros de la ciudad vieja una bandada de colores proyectó geometrías en el azul del cielo.

4 comments:

  1. Por qué tan triste

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  2. porque estoy muy triste

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  3. Pues anímate, y que sepas que la tristeza puede convertirse en un vicio

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  4. Anonymous7:56 PM

    La tristeza es como un mar que puede engullirnos pero también permite nadar hasta llegar a la orilla. Nada sin cesar y llegarás a tierra firme donde te espera la alegria.

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