Fátima atravesó ciudades y campos, en tren y en autobús, en compañía de su pequeña maleta. Una tarde azul y rosa, más de plastilina que de gas, salió de un bosque de azulejos y fue a parar a un pequeño cementerio donde se celebraba un funeral. Se acercó, no por curiosidad, sino porque le parecía que hacía mucho tiempo que no hablaba con nadie. Su presencia respetuosa no llamó la atención entre los afligidos. Sin embargo ella sí que se fijó en ellos, especialmente en la viuda, que miraba al horizonte serena, ajena a los pormenores del entierro. Y así fue como decidió que aquella sería su próxima etapa en la vida. Se quedaría en uno de estos pequeños pueblos, vestiría elegante, pero sobria, de modo que no tendría que preocuparse por estilo o moda, y contaría a todo el mundo la historia de su matrimonio y la pérdida del ser amado que aún tenía que inventar.
Con estas perspectivas de futuro y feliz de haber encontrado por fin un plan, caminó hacia el pueblo, donde buscó alojamiento en el único hostal.
te voy siguiendo...
ReplyDeletenos vemos esta tarde, ¿no?
paula