Al llegar nos recibe Peter Pan, que ya no muerde ni araña, que es comunicativa y simpática. El niño anuncia: “Jo vaig de Gorra”.
Comenzamos la clase con la pizarra de los niños, Merlí y Lorca a las guitarras, Peter Pan al bongo, El Niño de
Antes de mediodía corre la voz por el pueblo de que se suspende la rúa, por la lluvia, y lejos de desanimarnos, decidimos continuar con la fiesta en casa, la casa de siempre, la casa de todos, de todas nuestras infancias.
En el interior de lucecitas de colores y fantasías artísticas de Acción, comemos pollo “al as” con patatas. De postre, un poco de hierba casera.
La electricidad de la tormenta hace temblar las luces de la casa, aunque quizás sean las historias de fantasmas de Acción. “A tu no et fa por?”, pregunto a Peter. “No, perquè els fantasmes no existeixen”.
Son las cuatro de la tarde y es de noche. Peter Pan quiere ver las aventuras de Bastian y Atreyu en el dvd. Las historia nos atrapa a cuentagotas, como predice el libro, hasta que al final de la peli, cuando
En un lecho de ciencia china yace ahora Merlí en manos de Acción, que clava agujas en su cuerpo para curarle de la mala semana y devolverle la fortaleza, mientras Peter, impaciente, comienza la sesión de maquillaje y nos persigue por la casa cargada de esprays de colores. En esas que llegan el Murciélago y Morticia. Lorca se ha transformado en un pirata psicodélico, Acción en un chamán. Yo, por más decoración que siga añadiendo, no dejo de ser una gran nariz azul.
En la pizarra, Am G y “Dream the Dream”, envueltos en hiedras y flores de tiza blanca.
Por un momento sagrado, los adultos nos quedamos quietos, callados, admirando con humildad el maravilloso mundo de los niños. Fantasía está hoy, con nosotros, a salvo.
Great work.
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