Monday, February 26, 2007

Piedra número trece: “envidia”

Gina Lis abandonó el escenario arrastrando el micro tras de sí y llevándose con el cable la dignidad que se le exigía y que nunca daba. Sus cabreos eran famosos. Entre los fans, algunos la odiaban por ellos, otros la veneraban, creían que le daban carácter.

Aquella noche la banda había accedido a una entrevista en el camerino. La revista era demasiado prestigiosa como para volver a decir que no, y últimamente comenzaban a tener problemas personales (drogas, parejas, hijos y demás) que auguraban un época no demasiado fértil y un futuro un tanto incierto, de modo que un poco de publicidad gratuita no les vendría mal.

Gina recibió al periodista y su séquito en pelotas ante la cómplice impavidez del resto de la banda. Chardo, el batería, se había abierto los párpados con pinzas, a lo Naranja Mecánica, e iba llenándolos de colirio fosforescente cada vez que se quedaban secos. Sam, el guitarrista, se había encendido una vela en la cabeza y cada vez que hacía un gesto, la cera derretida se desbordaba y resbalaba por su sien, luego por su mejilla, donde se detenía y cicatrizaba. Carol, la bajista, para evitar tentaciones y ante su fama de indiscreta, se había sellado los labios con cinta aislante.

Ante tal panorama, el entrevistador, que ya venía mentalizado de que la tarea no iba a ser fácil, comenzó con un tema ligero.

Chardo… ¿Es cierto que tu apodo viene por el vino?

Chardo, en lugar de parpadear, que es lo que le hubiera salido como gesto de reflexión, abrió el colirio y se echó unas gotas.

No es un apodo dijo, mi madre era una borracha, hija de padres ricos, se emborrachaba con Chardonnay, se embarazó de mí con Chardonnay, y no estando enamorada más que del vino, pues ya ves… También quería aprovechar hoy para decir a todos aquellos que cuentan rumores sobre mi discapacidad mental, que es cierto, y recomiendo a todo el mundo que no tomen alcohol durante la gestación hizo una pausa para recolocarse una pinza, ni durante la lactancia.

El entrevistador murmuró una palabra de comprensión y evitó por todos los medios mirar al coño de Gina, aunque de soslayo veía el diseño de su pelo púbico. Su profesionalidad recibió la primera merma, incontrolable pero, aún, poco importante.

Para airearse un poco miró a Carol preparando una pregunta del tipo, “fuiste la última en llegar a la banda cuando ya todos llevaban tiempo ensayando juntos, ¿ha provocado eso que en algún momento tu aportación a los temas o tu opinión se resintiera?”. Pero Carol fumaba nerviosa un cigarrillo por un orificio nasal y echaba el humo por el otro. Le miraba fijamente con ojos grandes, azules, dilatados, le observaba con curiosidad, con ansiedad, su cuerpo entero a punto de decir algo, pero al final todo se reducía a la cinta aislante en sus labios.

Sam, en vuestros comienzos, dijiste una vez durante un concierto que la música te salía de la polla. ¿Era una metáfora?

No. La polla vibra, la tomo en mis manos, escucho lo que me dice. Luego cojo la guitarra y compongo los temas. Claro que lo que tocamos no tiene mucho que ver con mis composiciones, porque es el resultado de la interacción de todas nuestras personalidades.

Gina abrió las piernas y se acarició con suavidad el clítoris. El periodista afrontó la entrevista mirándola a los ojos.

Casi no me atrevo a preguntarte, tengo miedo de que te enfades, pero, ¿podrías contar a tus fans por qué estás siempre tan enfadada?

¿Te parezco enfadada ahora?

No.

Quizás es sólo una pose de espectáculo.

¿Lo es?

Mira mi clítoris, ¿ves lo grande que es? Mira mis tetas… Perfectas. Mi voz, un ángel. Lo tengo que disfrazar, claro, sino no sería rock… Lo que quiero decir es que desde pequeña conocí odio a mi alrededor. Nací guapa, con buena voz, con gracia. Crecí. Me sabía mover, me sabía reír, era rubia. Y para colmo: inteligente. Si hubiera sido estúpida, me hubieran odiado las mujeres, pero los hombres no. Como era inteligente, me odiaban también ellos. Para contestar a tu pregunta, la envidia me ha hecho así. Podría haberme escondido, para encontrar el amor de mis congéneres. Pero no me dio la gana.

Y mientras decía esto miró sin miedos al equipo de la revista, bien abierta, en todo su esplendor.

2 comments:

  1. mola mucho este relato pero tienes que seguirlo, no está acabado... me encanta la personalidad loca de todos y cada uno de los componentes del grupo.

    paula

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  2. gracias, guapa

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