Sunday, October 05, 2008

A solas

Pulsaron el timbre con insistencia y no fue un sonido agradable, dado que sólo con rasgarlo ya suena a pato moribundo y feroz.

—Víctor, ábrame la puerta, sé que estás ahí.

Víctor me miró desde su escritorio y con un dedo me indicó silencio.

Pero era más de lo que podía controlar, porque el grito del pato me estaba volviendo loca y sin darme cuenta corrí hacia la puerta y me puse a ladrar.

Al cabo de un rato, la mujer se dio por vencida y se fue.

Víctor se enfadó conmigo y me pegó una paliza.

No salí en toda la noche de debajo del sofá y no me sacó a la calle ni antes de ir a dormir ni el viernes por la mañana antes de irse a trabajar.

Estamos a domingo y aún no ha regresado.

La casa huele mal, porque yo he tenido que aliviarme aquí dentro y por supuesto no es a lo que estoy acostumbrada. Empieza a ser difícil también controlar el hambre. Pero de momento, esta noche, prefiero que no venga. Se está bien en silencio y a solas.

Mañana, sino ha regresado, ya pensaré en algo.

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