Vero llegó tarde del gimnasio. Aprovechando que tenía toda la tarde libre, había dedicado su cuerpo a una doble sesión que la había dejado exhausta. Al llegar a casa sólo tuvo fuerzas para freírse un huevo y tirarse al sofá; de postres, una manzana. En la televisión, una de sus series favoritas. Pero, ¿era el cansancio lo que hacía que hoy no comprendiera nada? ¿A quién perseguían? ¿Por qué habían matado a aquel otro tipo? ¿Quién era quién? ¿Y por qué hablaban tan rápido y daban tanta información comprimida?
¿Por qué las escenas eran tan densas, veloces, repletas y —a la vez—exentas de significado?
Ni para ver la tele tengo fuerzas, se dijo Vero, y decidió apagar el electrodoméstico y meterse en la cama. Hasta las siete de la mañana, cuando tendría que levantarse para ir a trabajar y continuar con su rutina semanal.
sí, supongo que hay días en los que uno se hastía. pero pasan...
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