Sufro un empacho de prototipos. En el tren las chicas se miran en las ventanas como quien mira el paisaje, pero yo veo que están mirándose ellas y no sé si esos ojos hermosos están llenos, o son otra vez pozos azules de luz inversa. Como aquella ninfa a la que cuesta sostener la mirada, porque la hermosura de su iris generoso en colores y brillante en tonos absorbe el oxígeno y la luz, sin comunicar nada, sin dar pie a nuestras palabras. Carteles de androides en los quioscos, en los muros, con esa expresión desafiante, dura, de violencia contenida en unos cuerpos perfectos, biónicos. Provocaciones eróticas que connotan fuerza física, ejercicio físico, como si el sexo se tratara de otro período aeróbico. O el extremo opuesto, la dulzura de la inocencia pura, de los chicos a punto de llorar, de las chicas que con sus labios mullidos (no necesariamente falsos), entreabiertos, incitan a penes y pezones por igual. Y ese artificio ya indivisible del ser humano, a través del cual una persona interesante y funcional debe mirar con los ojos bien abiertos (mejor si es sin parpadear), mover las manos como nos han enseñado (hay que despistar la barrera de la comunicación gestual) y sonreír a medias (aumenta el misterio).
Menos mal que al gimnasio viene una punky teñida de rubio que sonríe en voz alta, sin filtros, y se monta a las máquinas en tirantes, mostrando orgullosa su tupido matojo negro en las axilas. No es que me agrade la imagen, pero agradezco la rebeldía en días en que lo normal es ponerse en manos del láser y comportarse como si, a todas horas, una cámara nos filmara.
"Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. He visto atacar naves en llamas más allá de orión. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Thannhauser. Todos estos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. es hora de morir"
ReplyDelete¿Serán los unicornios también implantes de memoria?
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