Una de gángsteres (I)
Un hombre corría por su vida en el centro de un tiroteo. La noche era roja, las calles estaban rotas. Cuatro hombres lo alcanzaban y a golpes lo tumbaban al suelo. Le ponían una soga en el cuello y lo arrastraban en círculos. De vez en cuando se detenían y con navajas le inflingían alguna herida. Asustada, Carol observaba la escena resguardada en la fina sombra de un portal. Sentía rabia y ganas de vomitar. Los hombres se reían de la víctima. La víctima caía en estados de inconsciencia, ya había dejado de gritar. Hombres elegantemente vestidos aparecieron en escena y de un tiro limpio cada uno se cargó a un torturador. El más alto y guapo, el que con voz modulada daba órdenes, se arrodilló junto al herido. “No se puede hacer nada por él”, dijo. Le deshizo la soga del cuello y con un movimiento preciso y rápido, le cortó la yugular.
Los hombres elegantemente vestidos acostumbran a lquidar a sus adversarios de manera técnica. A sus víctimas sin miramientos. Pep
ReplyDeleteYa ves, así es como acabó ;-P
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